La idea de la tierra hueca tiene como el mito de la
Atlántida su origen en tradiciones o leyendas antiguas, si en el caso de la
Atlántida su origen obvio deriva de los diálogos de Platón del Timeo y Critias
en el tema de la tierra hueca nos encontramos con el mito de Agartha, cuyo
origen es asiático, constando una versión mongola y otra hindú, amén de algunas
variantes tibetanas que, como su budismo, parecen tener componentes
sincréticos.
En Occidente el tema de Agartha aparece vinculado a
círculos esotéricos, así, personalidades destacadas en ese campo se harán eco
de ello a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Cabe citar a Saint-Yves
d’Alveydre, Ferdinand Ossendowski y, sobre todo, René Guénon, que sistematiza
las aportaciones de esos autores y recoge las fuentes hindúes y de Asia Central
sobre esa leyenda.
La primera cosa a decir sobre Agartha o Agarthi es que es
una manifestación que cae dentro del concepto de “Geografía Sagrada”, esto es,
algo fundamentalmente simbólico y completamente fuera de una realidad física.
Así lo recoge Guénon en su obra “El Rey del Mundo”, cuyo
título evoca el legendario soberano de Agartha, como dice Francisco Ariza en
“La Historia y la Geografía Sagradas en la obra de René Guénon”:
“Ese espacio se convierte así en el Centro
del Mundo, o si se quiere en una imagen de él, pues a partir de cierto momento
éste se ha vuelto invisible por la propia marcha descendente del ciclo,
ocultándose en el interior de la caverna del corazón. Centro del Mundo que es
también el centro del tiempo, pues en él lo sucesivo, lo histórico, lo que
deviene por un impulso recibido en el Origen, pasa a ser un símbolo vivo de ese
mismo Origen, siendo por tanto portador de la Memoria arquetípica, no del
olvido, dándonos la posibilidad de reconocer nuestra identidad en lo universal,
donde nuestro Ser verdadero se revela. Ese Centro o Corazón del Mundo ha
recibido diversos nombres en distintos períodos: Tula, Paradesha (de donde
provienen Pardés y Paraíso), Aztlan, Luz, Agartha, y siempre ha designado a la "Comarca
suprema", si bien por imperativos de orden cíclico dicha
"Comarca" haya pasado a ser "subterránea", entendiéndose
esto en un sentido puramente simbólico, pues también se dice que ella no puede
alcanzarse "ni por tierra ni por mar", indicando así la idea de una
realidad simultánea y central que está verdaderamente "fuera" de los
límites horizontales del tiempo y del espacio”.
Tenemos, pues, dos cosas, por una parte unas leyendas
sacras que entroncan con un sistema de creencias y de religiosidad orientales
y, por otra, la consideración de que lo anterior lo que hace es remitirse a un
ámbito simbólico, no a un ámbito geográfico y espacial real.
La creencia errónea respecto a esto último, el
confusionismo de pensar que las menciones de Agartha o Agarthi lo son a un
espacio material, son una de las bases de la llamada “teoría de la Tierra
hueca” que, como todo aquello que excita la imaginación humana, contra toda
evidencia y sentido común se postula en ocasiones.
Agartha
En las tradiciones hindúes y de Asia Central aparece la
referencia a un mundo oculto o extraordinario dónde moraría el “Rey del Mundo”,
traducción tal vez no demasiado afortunada para el concepto de “Manu”, sobre el
cual elabora una explicación René Guénon: “Este nombre, por otra parte, no
designa en absoluto a un personaje histórico o más o menos legendario, lo que
designa en realidad es un principio, la Inteligencia cósmica que refleja la luz
espiritual pura y formula la Ley (Dharma)”. Este “Rey del Mundo” se relaciona
también con el concepto de Brahma y, por tanto, con lo divino. Las menciones de
su teórica intervención en asuntos humanos se relacionan con visiones
apocalípticas dónde realiza un papel de restaurador del orden frente a las
fuerzas del caos, en ese sentido
coincide la tradición budista y la hinduista, aunque cabe decir que no se trata
de asunto alguno central en la cosmovisión budista sino, probablemente, un
retazo o préstamo del entorno social y religioso que rodea al budismo.
En ese mundo separado dimensionalmente del real –y es en
ese sentido en el cual no se encuentra presente en la superficie de la Tierra-
juega un papel importante Shambhala, que es la residencia o “capital” que acoge
a Manu, el Baghavata Purana lo menciona en su canto XII y verso 18 del capítulo
2: “El Señor Kalki aparecerá en la
casa del Brahman más eminente del
pueblo de Shambhala, la gran alma del Viṣṇuyaśā”. El Baghavata Purana menciona a Kalki, que es
uno de los avatares de Vishnú, en un contexto apocalíptico en el que se
diezmará a una humanidad degradada de la cual sólo se salvaran una serie de
sabios refugiados en el Himalaya.
Tanto en las tradiciones budistas como en las hinduistas Shambhala se asocia siempre a ese entorno cataclismico, de fin del mundo, también épico, en el que una gran parte de la humanidad se ha vuelto malvada e infiel y que planta batalla a las fuerzas del “bien” que se centran en Shambhala.
Ferdinand Ossendowski nos da su versión
de las leyendas que, según él, las tribus mongolas contaban sobre el tema, lo
hace en los últimos capítulos de su obra “Bestias, hombres, dioses”, que recoge
las peripecias del autor en su viaje a Asia Central durante la guerra civil
rusa, comienza a hablar del tema en el siguiente párrafo:
“Ha sido durante mi viaje a Asia Central cuando he
conocido por primera vez el misterio de los misterios, pues no he podido
llamarlo de otra manera. Al principio no le concedí mucha atención,
pero comprendí después su importancia al analizar y comparar ciertos
testimonios esporádicos y frecuentemente
sujetos a controversia. Los ancianos de la ribera del Amyl me refirieron una antigua leyenda, según la
cual una tribu mongola, intentando huir de Gengis Kan, se ocultó en una comarca
subterránea. Más tarde un Somoto de los
alrededores del lago Nogan Kul me mostró, así que se disipó una nube de humo,
la puerta que sirve de entrada al reino de Agharti. Antaño penetró por esa
puerta en el reino un cazador, y a su vuelta empezó a contar lo que había
visto. Los Lamas le cortaron la lengua para impedirle hablar del misterio de
los misterios. Ya viejo, volvió a la entrada de la caverna y desapareció en el
reino subterráneo cuyo recuerdo tanto encantó u regocijó su corazón de nómada.
Obtuve informes más detallados de labios del Hutuktu Jelyl Dyamsrap de Narabanchi Kure. Este me narró la
historia de la llegada del poderoso rey del mundo a su salida del reino
subterráneo, su aparición, sus milagros y profecías, y entonces
solamente empecé a comprender que esta leyenda,
esta hipnosis, esta visión colectiva, de cualquier modo como se la interprete,
encierra, más de un misterio, una fuerza real y soberana, capaz de influir en
el curso de la vida política de Asia”.
Ossendowski habla claramente aquí de “leyenda” e “hipnosis”, el mito
parece surgir de las tradiciones chamánicas que impregnan el lamaísmo mucho más
que del corpus budista, en ese sentido, no se consideraría el mito propiamente
budista sino, como se ha dicho, propio del entorno que rodea a algún budismo,
como el lamaismo tibetano, junto al cual el hinduismo recoge también la leyenda
dándole sus propios perfiles.
Hay que decir que lo que recoge Ossendowski fue muy cuestionado, y que
el explorador sueco Sven Hedin, que conocía el Tibet, descarta esas leyendas de
boca de lamas mongoles en su obra “Ossendowski y la verdad”, atribuyendo su
autoría al ocultista Alexandre Saint-Yves d’Alveydre, del cual, según Hedin,
Ossendowski habría cogido en “préstamo” la cuestión de Agartha para adornar el
relato de sus viajes. No obstante Hedin sí admite que el Dalai Lama en el Tibet
era custodio de diferentes “secretos”.
El mito de Agartha o Agarthi dentro de su forma budista lo encontramos
vinculado al lamaísmo, derivado sincrético del budismo mahayana que se extiende
por el Tibet, Mongolia, Butan y Sikkim, valga recordar que los relatos de
Ferdinand Ossendowski provienen de tribus mongolas que profesan el lamaísmo. El
lamaísmo se forma a partir del budismo tántrico mahayana del lado derecho y de
la religión Bon, culto nativo tradicional del Tibet de carácter chamánico y
animista, a los que cabe añadir influencias del taoísmo y de otras religiones
–aunque más vagamente- como el maniqueísmo o el cristianismo nestoriano.
En el culto Bon nos encontramos, precisamente, con la presencia de una
región sagrada, especial y mágica, llamada Tagzig
Olmo Lung Ring, esta tierra no se encuentra en el mismo plano de la realidad
física, y solo se puede acceder a ella a partir de cierto desarrollo
espiritual. Como lugar especial tiene también unas características especiales.
El reino de Tagzig Olmo Lung Ring se sitúa al oeste del Monte Kailash –pico del
Transhimalaya tibetano- y tiene la forma de un loto de ocho pétalos,
dividiéndose en cuatro regiones: interior, media, exterior y zona de frontera .
El cielo de este reino se
parece a una rueda de ocho radios y su suelo es fragante, de hermosos colores,
con abundante flora y un paisaje de montañas nevadas.
En el centro de
Tagzig Olmo Lung Ring se alza el Yungdrung Gutsek, es una montaña de forma
piramidal que sirve como eje del mundo con nueve Yungdrungs –símbolos del
dharmakaya, que personifica lo inconcebible y no manifestado y que, sin
embargo, constituye la verdadera realidad, los Yungdrungs, como ejes, se
relacionan con el símbolo de la esvástica-. El Yungdrung Gutsek representa una
escalera ascendente que evoca las nueve formas o etapas del Bon. Las cuatro
caras de la montaña piramidal se sitúan frente a los cuatro puntos cardinales.
Junto a cada esquina del Yungdrung Gutsek
se encuentra un río diferente, estos cuatro ríos son representaciones
símbólicas de arquetipos del pensamiento, cada uno se identifica con un animal:
Desde el león de
invierno el río Narazara fluye al este
Desde el caballo
el río Pakshi fluye al norte
Desde el pavo
real el río Gyim Shang fluye al Oeste
Desde el
elefante el río Sindhu fluye al sur.
A partir del
Bon, de extraordinaria importancia en el lamaísmo de origen tibetano, vemos pues
la configuración de una región especial y mística, que se encuentra fuera de la
materialidad pero, sin embargo, se vincula a “lugares de poder” específicos –de
hecho el Bon identifica un punto concreto del Transhimalaya, el mito de Agartha
es más esquivo y multiforme-. Ese estar separado o fuera del alcance humano –al
menos para la inmensa mayoría de los humanos- hace que se ubique en un
supramundo o en un inframundo, es decir sea por encima de la Tierra o bajo ella
se sitúa oculto y separado de los espacios cotidianos.
Además del Bon
se cruzan en la configuración de Agartha algunas de las epopeyas hinduistas, a
eso responde Shambhala, lugar de aparición de Kalki el avatar de Visnhú,
Shambhala es también un refugio de sabios –luego un lugar de sabiduría- que
serán los que se salvarán de la lucha titánica entre Kalki y el demonio Kali
–que no es el mismo que la diosa Kali-, mientras que perecerá la mayor parte de
la humanidad que, habiendo degenerado, apoyaba a Kali. Digamos que el
“restablecimiento de la pureza” vendrá acompañado de un nada agradable “llorar
y crujir de dientes”.
Agartha y
Shambhala reúnen así características ambivalentes, son un lugar de refugio, de
sabiduría, situado fuera del alcance humano –al menos por vías normales- dónde
o bien reside un poder superior o bien aparecerá uno, pero también son un punto
de riesgo, digamos que su manifestación “pública” a nuestra realidad –su
irrupción en la realidad- lleva aparejado el Apocalipsis con lo que éste
significa, se diría que estallado el mismo convendría estar entre la minoría
que protege Kalki, el Rey del Mundo o los Superiores Desconocidos…
Cabe destacar
que en las versiones en los que estos fabulosos reinos o regiones se sitúan en
el interior de la Tierra, como la que recoge Ossendowski de boca de los nómadas
de Asia Central, no se habla de la “tierra hueca” sino más bien de un lugar
subterráneo o inframundo, curiosamente concomitante con el subterráneo País de
las Maravillas de la Alicia de Lewis Carroll. Es muy diferente eso –un mundo cavernoso
y troglodítico, paralelo pero no opuesto a la superficie- que algo que ocupe
todo el interior de la Tierra y que, además, tiene su propio Sol –que, en
puridad, haría las veces de núcleo terrestre- y otras características
paradójicamente similares a las de la superficie de la corteza terrestre.
El
inframundo “agarthiano” derivado o deducido de los mitos asiáticos tiende a
ser, sencillamente, una gran caverna, en ocasiones tan grande como nuestros
continentes pero… caverna a fin de cuentas, lo que no es exactamente lo mismo
que la idea de una “tierra hueca” que saltará a cierto esoterismo occidental y,
desde él, a postulados apócrifos y fantásticos al estilo de “Viaje al centro de
la Tierra” de Julio Verne, en ocasiones adornados con personas reales que
devendrán a pesar suyo en personajes, como sucede, por ejemplo, con el
almirante Byrd, militar y explorador estadounidense.
Jorge Romero Gil
Bibliografía
Ariza, Francisco: “La Historia y la Geografía
Sagradas en la obra de René Guénon”
Blavatsky,
Helena: Doctrina Secreta
Blavatsky,
Helena: Isis desvelada
Guénon, René: El
Rey del mundo
Ossendowski,
Ferdinand: Bestias, hombres, dioses
Ossendowski, Ferdinand:
El hombre y el misterio en Asia
Saint-Yves
d’Alveydre, Alexandre: La misión de la India en Europa
Verne, Julio:
Viaje al centro de la Tierra
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