lunes, 23 de julio de 2012

Agartha y la tierra hueca (I)




La idea de la tierra hueca tiene como el mito de la Atlántida su origen en tradiciones o leyendas antiguas, si en el caso de la Atlántida su origen obvio deriva de los diálogos de Platón del Timeo y Critias en el tema de la tierra hueca nos encontramos con el mito de Agartha, cuyo origen es asiático, constando una versión mongola y otra hindú, amén de algunas variantes tibetanas que, como su budismo, parecen tener componentes sincréticos.

En Occidente el tema de Agartha aparece vinculado a círculos esotéricos, así, personalidades destacadas en ese campo se harán eco de ello a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Cabe citar a Saint-Yves d’Alveydre, Ferdinand Ossendowski y, sobre todo, René Guénon, que sistematiza las aportaciones de esos autores y recoge las fuentes hindúes y de Asia Central sobre esa leyenda.

La primera cosa a decir sobre Agartha o Agarthi es que es una manifestación que cae dentro del concepto de “Geografía Sagrada”, esto es, algo fundamentalmente simbólico y completamente fuera de una realidad física.

Así lo recoge Guénon en su obra “El Rey del Mundo”, cuyo título evoca el legendario soberano de Agartha, como dice Francisco Ariza en “La Historia y la Geografía Sagradas en la obra de René Guénon”: 

“Ese espacio se convierte así en el Centro del Mundo, o si se quiere en una imagen de él, pues a partir de cierto momento éste se ha vuelto invisible por la propia marcha descendente del ciclo, ocultándose en el interior de la caverna del corazón. Centro del Mundo que es también el centro del tiempo, pues en él lo sucesivo, lo histórico, lo que deviene por un impulso recibido en el Origen, pasa a ser un símbolo vivo de ese mismo Origen, siendo por tanto portador de la Memoria arquetípica, no del olvido, dándonos la posibilidad de reconocer nuestra identidad en lo universal, donde nuestro Ser verdadero se revela. Ese Centro o Corazón del Mundo ha recibido diversos nombres en distintos períodos: Tula, Paradesha (de donde provienen Pardés y Paraíso), Aztlan, Luz, Agartha, y siempre ha designado a la "Comarca suprema", si bien por imperativos de orden cíclico dicha "Comarca" haya pasado a ser "subterránea", entendiéndose esto en un sentido puramente simbólico, pues también se dice que ella no puede alcanzarse "ni por tierra ni por mar", indicando así la idea de una realidad simultánea y central que está verdaderamente "fuera" de los límites horizontales del tiempo y del espacio”.

Tenemos, pues, dos cosas, por una parte unas leyendas sacras que entroncan con un sistema de creencias y de religiosidad orientales y, por otra, la consideración de que lo anterior lo que hace es remitirse a un ámbito simbólico, no a un ámbito geográfico y espacial real.

La creencia errónea respecto a esto último, el confusionismo de pensar que las menciones de Agartha o Agarthi lo son a un espacio material, son una de las bases de la llamada “teoría de la Tierra hueca” que, como todo aquello que excita la imaginación humana, contra toda evidencia y sentido común se postula en ocasiones.

Agartha

En las tradiciones hindúes y de Asia Central aparece la referencia a un mundo oculto o extraordinario dónde moraría el “Rey del Mundo”, traducción tal vez no demasiado afortunada para el concepto de “Manu”, sobre el cual elabora una explicación René Guénon: “Este nombre, por otra parte, no designa en absoluto a un personaje histórico o más o menos legendario, lo que designa en realidad es un principio, la Inteligencia cósmica que refleja la luz espiritual pura y formula la Ley (Dharma)”. Este “Rey del Mundo” se relaciona también con el concepto de Brahma y, por tanto, con lo divino. Las menciones de su teórica intervención en asuntos humanos se relacionan con visiones apocalípticas dónde realiza un papel de restaurador del orden frente a las fuerzas del caos,  en ese sentido coincide la tradición budista y la hinduista, aunque cabe decir que no se trata de asunto alguno central en la cosmovisión budista sino, probablemente, un retazo o préstamo del entorno social y religioso que rodea al budismo.

En ese mundo separado dimensionalmente del real –y es en ese sentido en el cual no se encuentra presente en la superficie de la Tierra- juega un papel importante Shambhala, que es la residencia o “capital” que acoge a Manu, el Baghavata Purana lo menciona en su canto XII y verso 18 del capítulo 2: “El Señor Kalki aparecerá en la casa del Brahman más eminente del pueblo de Shambhala, la gran alma del Viṣṇuyaśā.  El Baghavata Purana menciona a Kalki, que es uno de los avatares de Vishnú, en un contexto apocalíptico en el que se diezmará a una humanidad degradada de la cual sólo se salvaran una serie de sabios refugiados en el Himalaya.

Tanto en las tradiciones budistas como en las hinduistas Shambhala se asocia siempre a ese entorno cataclismico, de fin del mundo, también épico, en el que una gran parte de la humanidad se ha vuelto malvada e infiel y que planta batalla a las fuerzas del “bien” que se centran en Shambhala.

Ferdinand Ossendowski nos da su versión de las leyendas que, según él, las tribus mongolas contaban sobre el tema, lo hace en los últimos capítulos de su obra “Bestias, hombres, dioses”, que recoge las peripecias del autor en su viaje a Asia Central durante la guerra civil rusa, comienza a hablar del tema en el siguiente párrafo:

Ha sido durante mi viaje a Asia Central cuando he conocido por primera vez el misterio de los misterios, pues no he podido llamarlo de otra manera. Al principio no le concedí mucha atención, pero comprendí después su importancia al analizar y comparar ciertos testimonios esporádicos y frecuentemente sujetos a controversia. Los ancianos de la ribera del Amyl  me refirieron una antigua leyenda, según la cual una tribu mongola, intentando huir de Gengis Kan, se ocultó en una comarca subterránea. Más tarde un  Somoto de los alrededores del lago Nogan Kul me mostró, así que se disipó una nube de humo, la puerta que sirve de entrada al reino de Agharti. Antaño penetró por esa puerta en el reino un cazador, y a su vuelta empezó a contar lo que había visto. Los Lamas le cortaron la lengua para impedirle hablar del misterio de los misterios. Ya viejo, volvió a la entrada de la caverna y desapareció en el reino subterráneo cuyo recuerdo tanto encantó u regocijó su corazón de nómada. Obtuve informes más detallados de labios del Hutuktu Jelyl  Dyamsrap de Narabanchi Kure. Este me narró la historia de la llegada del poderoso rey del mundo a su salida del reino subterráneo, su aparición, sus milagros y profecías, y entonces solamente empecé a comprender que esta leyenda, esta hipnosis, esta visión colectiva, de cualquier modo como se la interprete, encierra, más de un misterio, una fuerza real y soberana, capaz de influir en el curso de la vida política de Asia”.

Ossendowski habla claramente aquí de “leyenda” e “hipnosis”, el mito parece surgir de las tradiciones chamánicas que impregnan el lamaísmo mucho más que del corpus budista, en ese sentido, no se consideraría el mito propiamente budista sino, como se ha dicho, propio del entorno que rodea a algún budismo, como el lamaismo tibetano, junto al cual el hinduismo recoge también la leyenda dándole sus propios perfiles.

Hay que decir que lo que recoge Ossendowski fue muy cuestionado, y que el explorador sueco Sven Hedin, que conocía el Tibet, descarta esas leyendas de boca de lamas mongoles en su obra “Ossendowski y la verdad”, atribuyendo su autoría al ocultista Alexandre Saint-Yves d’Alveydre, del cual, según Hedin, Ossendowski habría cogido en “préstamo” la cuestión de Agartha para adornar el relato de sus viajes. No obstante Hedin sí admite que el Dalai Lama en el Tibet era custodio de diferentes “secretos”.

El mito de Agartha o Agarthi dentro de su forma budista lo encontramos vinculado al lamaísmo, derivado sincrético del budismo mahayana que se extiende por el Tibet, Mongolia, Butan y Sikkim, valga recordar que los relatos de Ferdinand Ossendowski provienen de tribus mongolas que profesan el lamaísmo. El lamaísmo se forma a partir del budismo tántrico mahayana del lado derecho y de la religión Bon, culto nativo tradicional del Tibet de carácter chamánico y animista, a los que cabe añadir influencias del taoísmo y de otras religiones –aunque más vagamente- como el maniqueísmo o el cristianismo nestoriano.

En el culto Bon nos encontramos, precisamente, con la presencia de una región sagrada, especial y mágica, llamada Tagzig Olmo Lung Ring, esta tierra no se encuentra en el mismo plano de la realidad física, y solo se puede acceder a ella a partir de cierto desarrollo espiritual. Como lugar especial tiene también unas características especiales. El reino de Tagzig Olmo Lung Ring se sitúa al oeste del Monte Kailash –pico del Transhimalaya tibetano- y tiene la forma de un loto de ocho pétalos, dividiéndose en cuatro regiones: interior, media, exterior y zona de frontera .

El cielo de este reino se parece a una rueda de ocho radios y su suelo es fragante, de hermosos colores, con abundante flora y un paisaje de montañas nevadas.

En el centro de Tagzig Olmo Lung Ring se alza el Yungdrung Gutsek, es una montaña de forma piramidal que sirve como eje del mundo con nueve Yungdrungs –símbolos del dharmakaya, que personifica lo inconcebible y no manifestado y que, sin embargo, constituye la verdadera realidad, los Yungdrungs, como ejes, se relacionan con el símbolo de la esvástica-. El Yungdrung Gutsek representa una escalera ascendente que evoca las nueve formas o etapas del Bon. Las cuatro caras de la montaña piramidal se sitúan frente a los cuatro puntos cardinales. Junto a cada esquina del Yungdrung Gutsek  se encuentra un río diferente, estos cuatro ríos son representaciones símbólicas de arquetipos del pensamiento, cada uno se identifica con un animal:

Desde el león de invierno el río Narazara fluye al este
Desde el caballo el río Pakshi fluye al norte
Desde el pavo real el río Gyim Shang fluye al Oeste
Desde el elefante el río Sindhu fluye al sur.

A partir del Bon, de extraordinaria importancia en el lamaísmo de origen tibetano, vemos pues la configuración de una región especial y mística, que se encuentra fuera de la materialidad pero, sin embargo, se vincula a “lugares de poder” específicos –de hecho el Bon identifica un punto concreto del Transhimalaya, el mito de Agartha es más esquivo y multiforme-. Ese estar separado o fuera del alcance humano –al menos para la inmensa mayoría de los humanos- hace que se ubique en un supramundo o en un inframundo, es decir sea por encima de la Tierra o bajo ella se sitúa oculto y separado de los espacios cotidianos.

Además del Bon se cruzan en la configuración de Agartha algunas de las epopeyas hinduistas, a eso responde Shambhala, lugar de aparición de Kalki el avatar de Visnhú, Shambhala es también un refugio de sabios –luego un lugar de sabiduría- que serán los que se salvarán de la lucha titánica entre Kalki y el demonio Kali –que no es el mismo que la diosa Kali-, mientras que perecerá la mayor parte de la humanidad que, habiendo degenerado, apoyaba a Kali. Digamos que el “restablecimiento de la pureza” vendrá acompañado de un nada agradable “llorar y crujir de dientes”.

Agartha y Shambhala reúnen así características ambivalentes, son un lugar de refugio, de sabiduría, situado fuera del alcance humano –al menos por vías normales- dónde o bien reside un poder superior o bien aparecerá uno, pero también son un punto de riesgo, digamos que su manifestación “pública” a nuestra realidad –su irrupción en la realidad- lleva aparejado el Apocalipsis con lo que éste significa, se diría que estallado el mismo convendría estar entre la minoría que protege Kalki, el Rey del Mundo o los Superiores Desconocidos…

Cabe destacar que en las versiones en los que estos fabulosos reinos o regiones se sitúan en el interior de la Tierra, como la que recoge Ossendowski de boca de los nómadas de Asia Central, no se habla de la “tierra hueca” sino más bien de un lugar subterráneo o inframundo, curiosamente concomitante con el subterráneo País de las Maravillas de la Alicia de Lewis Carroll. Es muy diferente eso –un mundo cavernoso y troglodítico, paralelo pero no opuesto a la superficie- que algo que ocupe todo el interior de la Tierra y que, además, tiene su propio Sol –que, en puridad, haría las veces de núcleo terrestre- y otras características paradójicamente similares a las de la superficie de la corteza terrestre. 

El inframundo “agarthiano” derivado o deducido de los mitos asiáticos tiende a ser, sencillamente, una gran caverna, en ocasiones tan grande como nuestros continentes pero… caverna a fin de cuentas, lo que no es exactamente lo mismo que la idea de una “tierra hueca” que saltará a cierto esoterismo occidental y, desde él, a postulados apócrifos y fantásticos al estilo de “Viaje al centro de la Tierra” de Julio Verne, en ocasiones adornados con personas reales que devendrán a pesar suyo en personajes, como sucede, por ejemplo, con el almirante Byrd, militar y explorador estadounidense.


Jorge Romero Gil


Bibliografía

Ariza, Francisco: “La Historia y la Geografía Sagradas en la obra de René Guénon”

Blavatsky, Helena: Doctrina Secreta

Blavatsky, Helena: Isis desvelada

Guénon, René: El Rey del mundo

Ossendowski, Ferdinand: Bestias, hombres, dioses

Ossendowski, Ferdinand: El hombre y el misterio en Asia

Saint-Yves d’Alveydre, Alexandre: La misión de la India en Europa

Verne, Julio: Viaje al centro de la Tierra




No hay comentarios:

Publicar un comentario