La goecia es magia occidental
propiamente dicha, es decir, en origen no hay componentes exóticos
ni procedentes de Oriente ni, tampoco, añadidos chamánicos o
similares procedentes de América ni formulas animistas
africanas.
Eso no significa que en las versiones más modernas alguno de esos elementos se haya podido introducir, pero en origen su esencia es Europea y Mediterránea, esos serían los entornos geográficos y culturales en los que se desarrolla.
Goecia, pragmatismo e intrumentalismo
Se trata de una magia ceremonial, ritual y formal, por lo cual aquí no entra demasiado los estados anímicos del “magus” ni ningún tipo de supuesta capacidad de “medium” o “canalización”, en todo caso entraría en juego la habilidad y la destreza para llevar a cabo las formulas y los rituales necesarios sin “defecto de forma”. La teoría es, pues, que funcionará o no en relación a que se ejecute bien o no, sin tener nada que ver en ello una cualidad intrínseca del ejecutante ni el que ponga o deje de poner fe en ello.
De hecho es contrario a la propia esencia de la goecia que el “magus” vaya a quedar expuesto a la “posesión” de nadie ni al dominio de nadie, ni temporal, ni periódica, ni permanentemente, por una sencilla razón: una de las bases teóricas de la goecia es que el “magus” es “quién manda”. Dicho de otro modo, en todo momento ha de controlar los entes, energías o fuerzas que vaya a utilizar, que invoque o evoque. El “magus” no es siervo de nadie más que de sí mismo así que no se pondrá al servicio de nadie. Si precisa invocar un poder para controlar a otro al que está llamando lo hará, le dará totalmente igual que poder sea éste, no estará sometiéndose a él o adorándolo, solo lo estará utilizando de la misma manera que estará utilizando al convocado -pues se convoca, invoca o evoca para un fin funcional e instrumental, el que sea-.
Por ello encontramos en los grimorios -que es dónde básicamente se recoge la goecia, en realidad no hay ningún “tratado” específico de la misma, hay diferentes obras de diferente tipo, con patrones comunes de las que se pueden inferir cosas- constantes referencias a entidades ángelicas, la propia divinidad -normalmente la judía o cristiana, porque normalmente la mayoría de grimorios son de época medieval y algo posteriores, es decir, poca cosa hay, aunque alguna de una época en la que el cristianismo no era la religión dominante, cultual, cultural y socialmente en Europa- o demonios de diferentes tipos, categorías y supuestos poderes. La cuestión es que el “magus” usa a unos y a otros y no reconoce a ninguna de esas teóricas potestades como “señor” -por eso mismo se equivoca Lavey cuando al comienzo de su “Biblia Satánica”en el prefacio dice lo siguiente de los grimorios:
“Este libro fue escrito porque, con muy pocas excepciones, todo tratado o libro, todo "grimoire" secreto, todas las "grandes obras" del pasado sobre el tema de la magia, no son otra cosa que fraudes santurrones - desvaríos culpabilizados y farfulleos esotéricos de los cronistas de la tradición mágica, incapaces, o bien no dispuestos a presentar una visión objetiva sobre el tema.”
Es injusto con ello si se refiere a los auténticos grimorios -los realizados entre la Edad Media y el siglo XVII, poco más o menos- porque en realidad, estos, muestran lo que Nietzsche hubiera llamado una “subversión total de los valores”, los grimorios no se escriben para rendir pleitesía a ente alguno, ni malévolo ni benévolo -de hecho no se les considera ni una ni otra, ese es un factor que no se tiene en cuenta, se les considera más o menos energías o fuerzas a utilizar, nada más, las personificaciones en el fondo, son puramente alegóricas y simbólicas-, no “se quedan a medias”, y si se menciona en ellos a Jesucristo, el Dios cristiano o el D_os de Israel es única y exclusivamente con la finalidad de utilizarlos, de usar su poder -de intimidación, de salvaguarda del “magus” e incluso para coaccionar, como detalladamente explican ciertas fórmulas-. Eso es altamente subversivo en su fondo, porque el dominio no se reconoce a esos “dominus” sino que el “dominus” real es el “magus” que los usa. De la misma manera tampoco se por al servicio de ningún ente más o menos demoníaco invocado o evocado, lo que se hace es servirse también de él, en este caso y generalmente para conseguir cosas o que éste proporcione cosas o se constituya en una fuente de poder para el celebrante.
Goecia: un ejmplo de fórmula
Esto se observa en todo formulario de “contrato con el Diablo” -que los hay, y curiosamente adoptan las formas jurídicas de Occidente, casi podríamos ver en ellos un tipo muy especial y particular de arcaico contrato “civil”, se ajusta bastante a formas que hubiera aceptado sin mayores problemas el Iuris Civilis de Roma-. En el ritual previo a esos contratos y en las formulas que se presentan se prevé que el ente pedirá el alma del convocante -es decir, que le reconozca como señor y el “magus” se convierta en su siervo-, pero... se da la fórmula ritual por la cual se rechazará tal pretensión primero y, después, se someterá al ente en cuestión... al poder del “magus”, estos entes acaban claudicando -si hemos de hacer caso a los grimorios- con estas palabras -u otras muy parecidas-: “¿Por qué vuelves a atormentarme? Si me dejas en reposo, te daré el tesoro* más precioso (*o lo que se haya pedido)”. Es decir, primero quieren “mandar” y tener al “magus” como siervo -generalmente pidiendo el alma- y al final son ellos quienes solicitan que a cambio de no ser “atormentados” con el poder que exhibe el “magus” se pondrán al servicio de éste. Se pactan al final unas condiciones -es decir, hay también contraprestación- pero estas son muchísimo más favorables al “magus”, menos “draconianas” y, en el fondo, es un reconocimiento de la sumisión del ente en cuestión. La contraprestación suele ser simbólica, del tipo “me consagres una moneda todos los primeros lunes de cada mes y que no me llamarás sino un día de cada semana”, con esa cesión del espíritu, ente o fuerza invocada o evocada se cierra el pacto y el “magus” pronuncia una fórmula parecida a ésta: “Contento estoy de ti por el presente; te dejó en reposo y te permito que te retires adonde mejor te plazca, sin hacer ruido ni dejar el más mínimo hedor. Piensa también en tu compromiso a mi pacto, porque si faltas a él un momento, puedes estar seguro de que te atormentaré eternamente”.
Naturalmente cabe preguntarse cual es el medio por el cual el ente es doblegado, bien, en principio es el uso instrumental de los poderes rivales y superiores al del espíritu llamado -ya hemos dicho que estos adoptaran, normalmente, la forma de cualquier nombre del Dios cristiano, del D_os de Israel o de la figura de Jesús, que son las “entidades opuestas” a los entes convocados, el uso y mención de estos es completamente instrumental y es la salvaguarda del “magus”-, ahora bien, dado que estamos hablando de una magia ceremonial, formal y ritual -y en todos esos sentido obedece a una concepción absolutamente pragmática, y a su muy “sui generis” manera podríamos llamar racional- el asunto no se resume a mencionar esos “nombres de poder” y ya está, se necesita otras cosas -por ejemplo, trazar algo así como un perímetro que aisle al “magus” del ente mientras duran sus tratos y hasta que se cierra el pacto que es... de sumisión del ente- y se necesita, sobre todo, una “llave”, esa “llave” no es otra cosa que lo que realmente obligará y forzará al ente, esa “llave” está “impregnada” con los poderes que le doblegarán y que permiten decir al “magus” cosas como “puedes estar seguro de que te atormentaré eternamente”, esa llave estará presente en el grimorio, de hecho es el grimorio mismo y sus formulas, por eso es subversivo a diferencia de lo que entiende Lavey, está utilizando y sirviéndose de Dios mismo -en teoría, en el fondo el “magus” tampoco lo reconoce en condición de tal, es tan solo un poder para usar, oponer y controlar a otro poder, en ese sentido es meramente una “fuerza mayor” ante la que se ve obligada inclinarse la “fuerza menor”- DENTRO del grimorio -en sus formas y formulas- para someter y no someterse al ente convocado.
En la mayoría de ocasiones -aunque no en todas- se alude al más famoso y legendario grimorio: “Las Claviculas Salomonis”. Por ejemplo, en las formulas presentadas aquí como muestra a “Contento estoy de ti por el presente; te dejó en reposo y te permito que te retires adonde mejor te plazca, sin hacer ruido ni dejar el más mínimo hedor. Piensa también en tu compromiso a mi pacto, porque si faltas a él un momento, puedes estar seguro de que te atormentaré eternamente” se añade “con las grandes y poderosas palabras de la Clavícula del rey Salomón, por las que se fuerza a obediencia a los espíritus rebeldes" (esta fórmula está basada en la Gran Clavícula de Salomón, aunque la que se presenta en el Gran Grimorio de Roboan es bastante parecida). Es decir, en las formas y formulas contenidas en el grimorio -aquí la Clavicula Salomonis”- reside el poder que obliga al ente llamado y subyudado -a pesar suyo-.
Diferencias entre satanismo y goecia
Por eso mismo considerar a la goecia como “satanismo” o al “magus” como satanista es un error grave, conceptualmente y en su desarrollo práctico -aclaremos, “teórico desarrollo práctico”, nadie dice que eso vaya a funcionar, yo al menos no lo digo, solo describo lo que es y lo que dicen esos grimorios y esos “métodos”- la goecia no tiene nada que ver con el satanismo.
El satanismo implica ponerse al servicio de un ente teóricamente el opositor del Dios cristiano y lo que se obtenga, supuestamente, será en pago a ese servicio, de la misma manera que el cristianismo es ponerse al servicio del Dios cristiano y lo que se obtenga, supuestamente, será también en “pago” -aunque los cristianos lo llamen posiblemente de otra manera- a ese reconocimiento y servicio.
En ese sentido el “magus” y la “goecia” no solo no son “desvaríos culpabilizados y farfulleos esotéricos” como les acusa Lavey sino que están claramente por encima de su planteamiento: al “magus” no le manda nadie ni sirve a nadie, él manda y él se sirve, no reconoce a Señor alguno, en puridad puede decirse que él mismo es su propio “dominus”, no otro.
Puede tener mayor razón Anton Szandor Lavey cuando añade al párrafo citado -también en el Prefacio de su “Biblia Satánica”- lo siguiente: “Escritor tras escritor, en sus esfuerzos de declarar los principios de la "magia blanca" y "magia negra", lo único que han conseguido es confundir y nublar el tema hasta tal punto que el aspirante a estudiante de hechicería termina ante un tablero de Ouija, parado dentro de un pentagrama esperando a que se le aparezca un demonio, lanzando débilmente al aire fichas del I Ching como si fuesen rosquillas rancias, barajando naipes para predecir un futuro que ha perdido todo significado, dando conferencias con el fin garantizado de inflar su ego - a la vez que hace lo mismo con su cartera - y en general quedando como un tonto ante los ojos de quienes en verdad saben” Decimos que puede tener mayor razón porque aquí... ya no se describe la goecia, ni la ouija, ni el I Ching, ni el tarot, ni cualquier otro añadido orientalizante o no tienen nada que ver con la goecia, la goecia se resume, remite y mide exclusivamente por lo contenido en heterogéneo “corpus” de los variados grimorios que encontramos redactados, como se ha indicado, entre la Edad Media y el siglo XVII -y muchos de estos últimos son reelaboraciones de otros medievales-. Lavey tiene razón cuando viene a llamar falsos a esas obras, solo que eso no son grimorios y eso no es goecia, y, tampoco, la goecia es ni quiere ser satanismo -si Lavey hacia teatro o quería realmente ser satanista es otro asunto, pero la goecia ni lo quiere ni lo es-.
El aspirante a “satanista” no sé pero el aspirante a “estudiante de hechicería” y de ahí a “magus” no tiene la menor intención ni de acabar ante un tablero de ouija ni, tampoco, de asumir ningún “pensamiento Satánico, desde un punto de vista verdaderamente Satánico" palabras con las que acaba Lavey su Prefacio. Si Lavey pensaba que la goecia era eso... se equivocaba de medio a medio. Muchísimo más que Samuel Liddell MacGregor Mathers, Aleister Crowley o Austin Osman Spare, o que autores antiguos como Johann Weyer con su "De Praestigiis Daemonum" o Jean Bodin que versiona la obra de Weyer con el título de “Démonomanie des sorciers”, todos los cuales sabían lo que era la “goecia”, que variantes se le podían añadir o introducir sin alterarla -en ese sentido destacará Spare que será el fundador de la magia del Caos- y que... nada tenía que ver con adorar o servir a nadie y menos que a ninguno a Satanás o cualquier ente a los que se va a instrumentalizar y de... los que se va servir.
La "Clavícula Salomonis"
La “Clavícula Salomonis” antes nombrada es más un mito que una realidad, y no porque no existan esos textos, sino porque hay una notable variedad de textos que se acogen a esa denominación. Textos que a veces son coincidentes y otras no ¿Pueden ser complementarios? Es posible, pero el caso es que no son los mismos, por ejemplo, no dice lo mismo la edición en castellano de “Iroe el mago”, publicada en Amberes en 1721 que la versión reconstruida a principios del siglo XX de la “Clave Mayor del rey Salomón” por MacGregor Matthers o que el “Goetia” o “Clave Menor del rey Salomón” comenzada por MacGregor Mathers y terminada por Crowley -que, sin embargo, sí se asemeja notablemente a la "Pseudomonarchia daemonum" de Weyer que es un apéndice del "De Praestigiis Daemonum"-.
No cabe equivocarse, las evocaciones al rey Salomón son falsas, es decir, todo texto que se incluye bajo el título “Clavícula Salomonis” -sea la mayor, sea la menor, sea su conjunto- no provienen del famoso y tal vez mítico rey, son integramente de factura medieval y de retoque renacentista y de los siglos siguientes pero... no van más allá del medioevo europeo. Sencillamente se acogen a la leyenda que supone que la sabiduría de Salomón y el favor divino le permitía servirse a voluntad de espíritus y demonios si, por ello, que estos le dominasen a él sino al revés -curioso eco del aparente hecho de que en la corte salomónica se permitía sin mayor problema el culto a Baal lo mismo que al D_os de Israel, cosa que se sigue del texto bíblico, como decimos la figura de Salomón pudiera ser o no ser real, a día de hoy se busca confirmación arqueológica del mismo pero aún no se ha encontrado, en concreto se buscan sus posibles caballerizas o establos, pero eso es otra historia-, en la versión islámica Salomón tendrá fama de tener genios a su servicio -y por genios no nos referimos a brillantes consejeros reales sino literalmente a los entes mágicos descritos en el Corán y en la literatura islámica-.
En cualquier caso el conjunto de grimorios -parecidos, iguales o complementarios- que se acogen al nombre “Clavícula Salomonis” no provienen del celebre rey -ni de su entorno y época- sino de la Europa medieval.
Citamos a continuación algunas de las más celebre de estas obras: "Pseudomonarchia daemonum", "Verus Jesuitarum Libellus", "Le Petit Albert", "Grimorium Verum", "L'art de commander les esprits du Grand Grimoire", "Le Grand Grimoire", "Douze Anneaux (Lansdowne MS 1202)", "Oedipus Aegyptiacus", "De Heptarchia Mystica", "Heptameron", "Liber Juratus", "Goetia", "Anecdota Atheniensia", "Lemegeton", "Ars Notoria", "Archidoxis of Magic", "Theosophia Pneumatica", "Grimorio de Armadel", "Livre Troisieme. Concernant les Esprits & leurs pouvoirs", "Chyromantie ac phisionomie anastasis", "Steganographia", "Liber Consecrationum", "De Praestigiis Daemonum et Incantationibus ac Venificiis", "Livre des esperitz", et al.
Características de la goecia
Se ha dicho al comienzo que la goecia tenía un carácter ceremonial, ritual y formal -esto último en el sentido de fórmulas a pronunciar de determinada manera y no otra, es decir, se trata de “pronunciar o realizar una fórmula sin defecto de forma”-, aquí no entra ninguna capacidad “extrasensorial”, “mediumnica” o “especial” de cualquier otro tipo similar del “magus”, solo entra su conocimiento de la materia que trate, su capacidad y … sus instrumentos -el básico, naturalmente, es el grimorio o su equivalente, es decir, allí donde se encuentren las fórmulas a realizar-.
El conjunto puede definirse como “litúrgico” porque en realidad es el mismo concepto el que se maneja -una fórmula ritualizada más o menos concreta, fija y estereotipada para establecer contacto con determinados entes, fuerzas o energías-. Entendemos que es ceremonial en el sentido de que contempla un conjunto de ritos o rituales, es ritual en el sentido de que hay ritos específicos para acciones específicas y es formal porque siempre se materializa -en el sentido de llevarse a cabo- a través de fórmulas realizadas “sin defecto de forma” -por lo cual la forma vale tanto o más que el fondo-. Las palabras “ceremonial” y “ritual” pueden ser sin mayor problemas sinónimas, pero aquí hacemos la distinción de lo ceremonial como el conjunto de ritos posibles, y reservamos “ritual” como el rito específico y concreto a realizar en cada caso, pero, en puridad, podría hacerse a la inversa, dejamos esa decisión al ánimo deconstructivo de cada cual.
Eso no significa que en las versiones más modernas alguno de esos elementos se haya podido introducir, pero en origen su esencia es Europea y Mediterránea, esos serían los entornos geográficos y culturales en los que se desarrolla.
Goecia, pragmatismo e intrumentalismo
Se trata de una magia ceremonial, ritual y formal, por lo cual aquí no entra demasiado los estados anímicos del “magus” ni ningún tipo de supuesta capacidad de “medium” o “canalización”, en todo caso entraría en juego la habilidad y la destreza para llevar a cabo las formulas y los rituales necesarios sin “defecto de forma”. La teoría es, pues, que funcionará o no en relación a que se ejecute bien o no, sin tener nada que ver en ello una cualidad intrínseca del ejecutante ni el que ponga o deje de poner fe en ello.
De hecho es contrario a la propia esencia de la goecia que el “magus” vaya a quedar expuesto a la “posesión” de nadie ni al dominio de nadie, ni temporal, ni periódica, ni permanentemente, por una sencilla razón: una de las bases teóricas de la goecia es que el “magus” es “quién manda”. Dicho de otro modo, en todo momento ha de controlar los entes, energías o fuerzas que vaya a utilizar, que invoque o evoque. El “magus” no es siervo de nadie más que de sí mismo así que no se pondrá al servicio de nadie. Si precisa invocar un poder para controlar a otro al que está llamando lo hará, le dará totalmente igual que poder sea éste, no estará sometiéndose a él o adorándolo, solo lo estará utilizando de la misma manera que estará utilizando al convocado -pues se convoca, invoca o evoca para un fin funcional e instrumental, el que sea-.
Por ello encontramos en los grimorios -que es dónde básicamente se recoge la goecia, en realidad no hay ningún “tratado” específico de la misma, hay diferentes obras de diferente tipo, con patrones comunes de las que se pueden inferir cosas- constantes referencias a entidades ángelicas, la propia divinidad -normalmente la judía o cristiana, porque normalmente la mayoría de grimorios son de época medieval y algo posteriores, es decir, poca cosa hay, aunque alguna de una época en la que el cristianismo no era la religión dominante, cultual, cultural y socialmente en Europa- o demonios de diferentes tipos, categorías y supuestos poderes. La cuestión es que el “magus” usa a unos y a otros y no reconoce a ninguna de esas teóricas potestades como “señor” -por eso mismo se equivoca Lavey cuando al comienzo de su “Biblia Satánica”en el prefacio dice lo siguiente de los grimorios:
“Este libro fue escrito porque, con muy pocas excepciones, todo tratado o libro, todo "grimoire" secreto, todas las "grandes obras" del pasado sobre el tema de la magia, no son otra cosa que fraudes santurrones - desvaríos culpabilizados y farfulleos esotéricos de los cronistas de la tradición mágica, incapaces, o bien no dispuestos a presentar una visión objetiva sobre el tema.”
Es injusto con ello si se refiere a los auténticos grimorios -los realizados entre la Edad Media y el siglo XVII, poco más o menos- porque en realidad, estos, muestran lo que Nietzsche hubiera llamado una “subversión total de los valores”, los grimorios no se escriben para rendir pleitesía a ente alguno, ni malévolo ni benévolo -de hecho no se les considera ni una ni otra, ese es un factor que no se tiene en cuenta, se les considera más o menos energías o fuerzas a utilizar, nada más, las personificaciones en el fondo, son puramente alegóricas y simbólicas-, no “se quedan a medias”, y si se menciona en ellos a Jesucristo, el Dios cristiano o el D_os de Israel es única y exclusivamente con la finalidad de utilizarlos, de usar su poder -de intimidación, de salvaguarda del “magus” e incluso para coaccionar, como detalladamente explican ciertas fórmulas-. Eso es altamente subversivo en su fondo, porque el dominio no se reconoce a esos “dominus” sino que el “dominus” real es el “magus” que los usa. De la misma manera tampoco se por al servicio de ningún ente más o menos demoníaco invocado o evocado, lo que se hace es servirse también de él, en este caso y generalmente para conseguir cosas o que éste proporcione cosas o se constituya en una fuente de poder para el celebrante.
Goecia: un ejmplo de fórmula
Esto se observa en todo formulario de “contrato con el Diablo” -que los hay, y curiosamente adoptan las formas jurídicas de Occidente, casi podríamos ver en ellos un tipo muy especial y particular de arcaico contrato “civil”, se ajusta bastante a formas que hubiera aceptado sin mayores problemas el Iuris Civilis de Roma-. En el ritual previo a esos contratos y en las formulas que se presentan se prevé que el ente pedirá el alma del convocante -es decir, que le reconozca como señor y el “magus” se convierta en su siervo-, pero... se da la fórmula ritual por la cual se rechazará tal pretensión primero y, después, se someterá al ente en cuestión... al poder del “magus”, estos entes acaban claudicando -si hemos de hacer caso a los grimorios- con estas palabras -u otras muy parecidas-: “¿Por qué vuelves a atormentarme? Si me dejas en reposo, te daré el tesoro* más precioso (*o lo que se haya pedido)”. Es decir, primero quieren “mandar” y tener al “magus” como siervo -generalmente pidiendo el alma- y al final son ellos quienes solicitan que a cambio de no ser “atormentados” con el poder que exhibe el “magus” se pondrán al servicio de éste. Se pactan al final unas condiciones -es decir, hay también contraprestación- pero estas son muchísimo más favorables al “magus”, menos “draconianas” y, en el fondo, es un reconocimiento de la sumisión del ente en cuestión. La contraprestación suele ser simbólica, del tipo “me consagres una moneda todos los primeros lunes de cada mes y que no me llamarás sino un día de cada semana”, con esa cesión del espíritu, ente o fuerza invocada o evocada se cierra el pacto y el “magus” pronuncia una fórmula parecida a ésta: “Contento estoy de ti por el presente; te dejó en reposo y te permito que te retires adonde mejor te plazca, sin hacer ruido ni dejar el más mínimo hedor. Piensa también en tu compromiso a mi pacto, porque si faltas a él un momento, puedes estar seguro de que te atormentaré eternamente”.
Naturalmente cabe preguntarse cual es el medio por el cual el ente es doblegado, bien, en principio es el uso instrumental de los poderes rivales y superiores al del espíritu llamado -ya hemos dicho que estos adoptaran, normalmente, la forma de cualquier nombre del Dios cristiano, del D_os de Israel o de la figura de Jesús, que son las “entidades opuestas” a los entes convocados, el uso y mención de estos es completamente instrumental y es la salvaguarda del “magus”-, ahora bien, dado que estamos hablando de una magia ceremonial, formal y ritual -y en todos esos sentido obedece a una concepción absolutamente pragmática, y a su muy “sui generis” manera podríamos llamar racional- el asunto no se resume a mencionar esos “nombres de poder” y ya está, se necesita otras cosas -por ejemplo, trazar algo así como un perímetro que aisle al “magus” del ente mientras duran sus tratos y hasta que se cierra el pacto que es... de sumisión del ente- y se necesita, sobre todo, una “llave”, esa “llave” no es otra cosa que lo que realmente obligará y forzará al ente, esa “llave” está “impregnada” con los poderes que le doblegarán y que permiten decir al “magus” cosas como “puedes estar seguro de que te atormentaré eternamente”, esa llave estará presente en el grimorio, de hecho es el grimorio mismo y sus formulas, por eso es subversivo a diferencia de lo que entiende Lavey, está utilizando y sirviéndose de Dios mismo -en teoría, en el fondo el “magus” tampoco lo reconoce en condición de tal, es tan solo un poder para usar, oponer y controlar a otro poder, en ese sentido es meramente una “fuerza mayor” ante la que se ve obligada inclinarse la “fuerza menor”- DENTRO del grimorio -en sus formas y formulas- para someter y no someterse al ente convocado.
En la mayoría de ocasiones -aunque no en todas- se alude al más famoso y legendario grimorio: “Las Claviculas Salomonis”. Por ejemplo, en las formulas presentadas aquí como muestra a “Contento estoy de ti por el presente; te dejó en reposo y te permito que te retires adonde mejor te plazca, sin hacer ruido ni dejar el más mínimo hedor. Piensa también en tu compromiso a mi pacto, porque si faltas a él un momento, puedes estar seguro de que te atormentaré eternamente” se añade “con las grandes y poderosas palabras de la Clavícula del rey Salomón, por las que se fuerza a obediencia a los espíritus rebeldes" (esta fórmula está basada en la Gran Clavícula de Salomón, aunque la que se presenta en el Gran Grimorio de Roboan es bastante parecida). Es decir, en las formas y formulas contenidas en el grimorio -aquí la Clavicula Salomonis”- reside el poder que obliga al ente llamado y subyudado -a pesar suyo-.
Diferencias entre satanismo y goecia
Por eso mismo considerar a la goecia como “satanismo” o al “magus” como satanista es un error grave, conceptualmente y en su desarrollo práctico -aclaremos, “teórico desarrollo práctico”, nadie dice que eso vaya a funcionar, yo al menos no lo digo, solo describo lo que es y lo que dicen esos grimorios y esos “métodos”- la goecia no tiene nada que ver con el satanismo.
El satanismo implica ponerse al servicio de un ente teóricamente el opositor del Dios cristiano y lo que se obtenga, supuestamente, será en pago a ese servicio, de la misma manera que el cristianismo es ponerse al servicio del Dios cristiano y lo que se obtenga, supuestamente, será también en “pago” -aunque los cristianos lo llamen posiblemente de otra manera- a ese reconocimiento y servicio.
En ese sentido el “magus” y la “goecia” no solo no son “desvaríos culpabilizados y farfulleos esotéricos” como les acusa Lavey sino que están claramente por encima de su planteamiento: al “magus” no le manda nadie ni sirve a nadie, él manda y él se sirve, no reconoce a Señor alguno, en puridad puede decirse que él mismo es su propio “dominus”, no otro.
Puede tener mayor razón Anton Szandor Lavey cuando añade al párrafo citado -también en el Prefacio de su “Biblia Satánica”- lo siguiente: “Escritor tras escritor, en sus esfuerzos de declarar los principios de la "magia blanca" y "magia negra", lo único que han conseguido es confundir y nublar el tema hasta tal punto que el aspirante a estudiante de hechicería termina ante un tablero de Ouija, parado dentro de un pentagrama esperando a que se le aparezca un demonio, lanzando débilmente al aire fichas del I Ching como si fuesen rosquillas rancias, barajando naipes para predecir un futuro que ha perdido todo significado, dando conferencias con el fin garantizado de inflar su ego - a la vez que hace lo mismo con su cartera - y en general quedando como un tonto ante los ojos de quienes en verdad saben” Decimos que puede tener mayor razón porque aquí... ya no se describe la goecia, ni la ouija, ni el I Ching, ni el tarot, ni cualquier otro añadido orientalizante o no tienen nada que ver con la goecia, la goecia se resume, remite y mide exclusivamente por lo contenido en heterogéneo “corpus” de los variados grimorios que encontramos redactados, como se ha indicado, entre la Edad Media y el siglo XVII -y muchos de estos últimos son reelaboraciones de otros medievales-. Lavey tiene razón cuando viene a llamar falsos a esas obras, solo que eso no son grimorios y eso no es goecia, y, tampoco, la goecia es ni quiere ser satanismo -si Lavey hacia teatro o quería realmente ser satanista es otro asunto, pero la goecia ni lo quiere ni lo es-.
El aspirante a “satanista” no sé pero el aspirante a “estudiante de hechicería” y de ahí a “magus” no tiene la menor intención ni de acabar ante un tablero de ouija ni, tampoco, de asumir ningún “pensamiento Satánico, desde un punto de vista verdaderamente Satánico" palabras con las que acaba Lavey su Prefacio. Si Lavey pensaba que la goecia era eso... se equivocaba de medio a medio. Muchísimo más que Samuel Liddell MacGregor Mathers, Aleister Crowley o Austin Osman Spare, o que autores antiguos como Johann Weyer con su "De Praestigiis Daemonum" o Jean Bodin que versiona la obra de Weyer con el título de “Démonomanie des sorciers”, todos los cuales sabían lo que era la “goecia”, que variantes se le podían añadir o introducir sin alterarla -en ese sentido destacará Spare que será el fundador de la magia del Caos- y que... nada tenía que ver con adorar o servir a nadie y menos que a ninguno a Satanás o cualquier ente a los que se va a instrumentalizar y de... los que se va servir.
La "Clavícula Salomonis"
La “Clavícula Salomonis” antes nombrada es más un mito que una realidad, y no porque no existan esos textos, sino porque hay una notable variedad de textos que se acogen a esa denominación. Textos que a veces son coincidentes y otras no ¿Pueden ser complementarios? Es posible, pero el caso es que no son los mismos, por ejemplo, no dice lo mismo la edición en castellano de “Iroe el mago”, publicada en Amberes en 1721 que la versión reconstruida a principios del siglo XX de la “Clave Mayor del rey Salomón” por MacGregor Matthers o que el “Goetia” o “Clave Menor del rey Salomón” comenzada por MacGregor Mathers y terminada por Crowley -que, sin embargo, sí se asemeja notablemente a la "Pseudomonarchia daemonum" de Weyer que es un apéndice del "De Praestigiis Daemonum"-.
No cabe equivocarse, las evocaciones al rey Salomón son falsas, es decir, todo texto que se incluye bajo el título “Clavícula Salomonis” -sea la mayor, sea la menor, sea su conjunto- no provienen del famoso y tal vez mítico rey, son integramente de factura medieval y de retoque renacentista y de los siglos siguientes pero... no van más allá del medioevo europeo. Sencillamente se acogen a la leyenda que supone que la sabiduría de Salomón y el favor divino le permitía servirse a voluntad de espíritus y demonios si, por ello, que estos le dominasen a él sino al revés -curioso eco del aparente hecho de que en la corte salomónica se permitía sin mayor problema el culto a Baal lo mismo que al D_os de Israel, cosa que se sigue del texto bíblico, como decimos la figura de Salomón pudiera ser o no ser real, a día de hoy se busca confirmación arqueológica del mismo pero aún no se ha encontrado, en concreto se buscan sus posibles caballerizas o establos, pero eso es otra historia-, en la versión islámica Salomón tendrá fama de tener genios a su servicio -y por genios no nos referimos a brillantes consejeros reales sino literalmente a los entes mágicos descritos en el Corán y en la literatura islámica-.
En cualquier caso el conjunto de grimorios -parecidos, iguales o complementarios- que se acogen al nombre “Clavícula Salomonis” no provienen del celebre rey -ni de su entorno y época- sino de la Europa medieval.
Citamos a continuación algunas de las más celebre de estas obras: "Pseudomonarchia daemonum", "Verus Jesuitarum Libellus", "Le Petit Albert", "Grimorium Verum", "L'art de commander les esprits du Grand Grimoire", "Le Grand Grimoire", "Douze Anneaux (Lansdowne MS 1202)", "Oedipus Aegyptiacus", "De Heptarchia Mystica", "Heptameron", "Liber Juratus", "Goetia", "Anecdota Atheniensia", "Lemegeton", "Ars Notoria", "Archidoxis of Magic", "Theosophia Pneumatica", "Grimorio de Armadel", "Livre Troisieme. Concernant les Esprits & leurs pouvoirs", "Chyromantie ac phisionomie anastasis", "Steganographia", "Liber Consecrationum", "De Praestigiis Daemonum et Incantationibus ac Venificiis", "Livre des esperitz", et al.
Características de la goecia
Se ha dicho al comienzo que la goecia tenía un carácter ceremonial, ritual y formal -esto último en el sentido de fórmulas a pronunciar de determinada manera y no otra, es decir, se trata de “pronunciar o realizar una fórmula sin defecto de forma”-, aquí no entra ninguna capacidad “extrasensorial”, “mediumnica” o “especial” de cualquier otro tipo similar del “magus”, solo entra su conocimiento de la materia que trate, su capacidad y … sus instrumentos -el básico, naturalmente, es el grimorio o su equivalente, es decir, allí donde se encuentren las fórmulas a realizar-.
El conjunto puede definirse como “litúrgico” porque en realidad es el mismo concepto el que se maneja -una fórmula ritualizada más o menos concreta, fija y estereotipada para establecer contacto con determinados entes, fuerzas o energías-. Entendemos que es ceremonial en el sentido de que contempla un conjunto de ritos o rituales, es ritual en el sentido de que hay ritos específicos para acciones específicas y es formal porque siempre se materializa -en el sentido de llevarse a cabo- a través de fórmulas realizadas “sin defecto de forma” -por lo cual la forma vale tanto o más que el fondo-. Las palabras “ceremonial” y “ritual” pueden ser sin mayor problemas sinónimas, pero aquí hacemos la distinción de lo ceremonial como el conjunto de ritos posibles, y reservamos “ritual” como el rito específico y concreto a realizar en cada caso, pero, en puridad, podría hacerse a la inversa, dejamos esa decisión al ánimo deconstructivo de cada cual.
Jorge Romero Gil
Bibliografía
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“Gran Grimorio del Papa Honorio”, publicado en Roma en 1760.
“Gran Grimorio o Dragón Rojo”, traducción al español de la Edición de 1845 en francés editada por B. Renault
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MacGregor Mathers, Samuel Liddell: “Clave Mayor del rey Salomón”
MacGregor Mathers, Samuel Liddell: “El libro de la magia sagrada de Abramelin”, Editorial Kier, Buenos Aires, 1987.
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Spare, Austin Osman: “El libro del placer”, 1913 (edición en castellano de 2007)
Weyer, Johann: “Pseudomonarchia daemonum” -Apéndice del "De Praestigiis Daemonum", en latín y castellano-
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