miércoles, 21 de diciembre de 2011

Sobre el "Libro de Satán (Fuego)" de la Biblia Satánica



 
Hemos dejado a Lavey entre sus prefacios, introducciones y diatribas, démosle una oportunidad más, veamos que dice en el "Primer Libro" de su "Biblia Satánica". No es muy original el comienzo: lo dedica a Satán.

(FUEGO) EL LIBRO DE SATÁN -I-

1. En este árido desierto de acero y piedra, elevo mi voz para que puedas oírla, Al Este  y al Oeste hago una seña. Al Norte y al Sur muestro un signo que proclama: ¡Muerte a los débiles, salud para los fuertes!

2. ¡Abrid los ojos para que podáis ver, oh, hombres de mente enmohecida, y escuchadme bien, vosotros, la multitud de seres desorientados!

3. ¡Pues yo me alzo para desafiar a la sabiduría del mundo, para pedir explicaciones a las   «leyes» del hombre y de «Dios»!

4. Yo exijo razones de vuestras reglas doradas y pregunto el porqué de vuestros mandamientos  
5. No me inclino en señal de sumisión ante ninguno de vuestros ídolos pintados, y el que me diga «tú lo harás» es mi enemigo mortal.  

6. Hundo mi dedo en la sangre aguada de vuestro impotente y loco redentor, y escribo en su frente desgarrada por las espinas: «el verdadero príncipe del mal; ¡el rey de los esclavos». 

7. Ninguna vetusta falsedad será para mí una verdad; ningún dogma sofocante entorpecerá mi pluma.  

8. Me aparto de todos los convencionalismos que no me lleven al éxito y a la felicidad en la Tierra. 

9. Elevo con severa energía el estandarte de los fuertes.  

10. Clavo mi mirada en los ojos vidriosos de vuestro espantoso Jehová, y le tiro de la barba. Alzo un hacha y abro en dos su cráneo devorado por los gusanos,  

11. Hago estallar el horrible contenido de los sepulcros filosóficos marchitos, y río con ira sardónica

Bien, aquí tenemos el comienzo del comienzo. Por comenzar comienza mal: le tira de la barba a un acrónimo y se ríe cual actor de película de terror de "serie B".

Así nuestro actor lanza el guante a la cara de Dios, y, curiosísimamente, al Dios de los cristianos. ¿Por qué? Pues porque, a fin de cuentas, sin ese Dios concreto el de Lavey...no existe -no puede recurrir al judaísmo, por ejemplo, porque allí Satanás no es un ángel caído es sólo un "fiscal" al servicio de D_os (véase especialmente para esto el libro de Iyov/Job)-.
Por tanto el Dios de Lavey necesita tanto a su contrincante como éste...a su derrotado enemigo.

Nuevamente Milton

¿A qué nos recuerdan también esos puntos? Por lo pronto a mi me recuerdan a algún fragmento de Milton, una vez más el "original" Lavey se mueve en la "originalidad". Veamos el desafío demoníaco que imagina John Milton en "El Paraíso Perdido":

"Con esta voluntad inflexible, este deseo de venganza, mi odio inmortal y un valor que no ha de someterse ni ceder jamás ¿cómo he de tenerme por subyugado? Ni su cólera ni su fuerza me arrebatarán nunca esta gloria: humillarme y pedir gracia doblada la rodilla y acatar un poder cuyo ascendiente ha puesto en duda, poco ha, mi terrible brazo. Y pues según ley del destino no pueden perecer la fuerza de los dioses ni la sustancia empírea, y por la experiencia de este gran acontecimiento vemos que nuestras armas no son peores, y que en previsión hemos ganado mucho, podremos resolvernos a empeñar con más esperanza de éxito, por la astucia o por la fuerza, una guerra eterna e irreconciliable contra nuestro gran enemigo triunfante ahora, y que en el colmo de su júbilo impera como absoluto ejerciendo en el cielo su tiranía."

"Humillado Querubín, vileza es mostrarse débil, bien en las obras, bien en el sufrimiento. Ten por seguro que nuestro fin no consistirá nunca en hacer el bien; el mal será nuestra única delicia, por ser lo que contraría la Suprema Voluntad a que resistimos. Si de nuestro mal procura su providencia sacar el bien debemos esforzarnos en malograr su empeño, buscando hasta en el bien los medios de hacer el mal; y esto fácilmente podremos conseguirlo, de suerte que alguna vez lo enojemos, si no me engaño, y nos sea posible torcer sus profundas miras del punto a que se dirigen. Pero mira irritado el vencedor, ha vuelto a convocar en las puertas del cielo a los ministros de su persecución y de su venganza. La lluvia de azufre que lanzó contra nosotros la tempestad, ha allanado la encrespada ola que desde el principio del cielo nos recibió al caer; el trueno, en alas de sus enrojecidos relámpagos y con su impetuosa furia, ha agotado quizá sus rayos, y no brama ya a través del insondable abismo. No dejemos escapar la ocasión que nos ofrece el descuido o el furor ya saciado de nuestro enemigo"

"Así hablaba Satán; y Belcebú le respondió así: «¡Caudillo de los ínclitos ejércitos, que por nadie sino por el Todopoderoso podían ser vencidos! Si otra vez oyen esa voz, seguro vaticinio de su esperanza en medio de sus temores y peligros, esa voz que ha resonado con tanta frecuencia en los trances más apurados, ya en el crítico momento del combate, o cuando arreciaba la lucha, y que era en todos los conflictos la señal indudable de la victoria, recobrarán de pronto nuevo valor y vida".

Bien, creo que con esto basta y sobra tampoco es cuestión de reproducir por entero la obra de Milton, pero vemos como el poeta inglés -eso sí, "desde el otro lado teórico" respecto a Lavey-, pone en boca de Satán justo...el desafío que plantea Lavey. Nuestro hombre mucho tampoco se esforzó. 

Un entorno sociológico favorable

Pero sigamos con el muy convencional -aunque pretenda ser todo lo contrario- Lavey. Ya he aludido al entorno sociológico de Lavey, ese entorno precisa -o, cuando menos, considera altamente aconsejable- la existencia de una religiosidad ¿cual? La que sea, pero religiosidad, los Estados Unidos se consideran "el país de Dios", ahora...nunca han especificado demasiado de que Dios se trata. Y eso se debe a un aspecto fundacional: los colonos ingleses que fundaron las colonias iniciales en la costa Este tenían una cosa muy clara: regirse por la libertad de culto.

Ciertamente en aquella época esa libertad se pensaba y se restringía a la libertad de culto...cristiano, es decir, a la convivencia y respeto mutuo de los diferentes tipos de protestantismo que representaba el conglomerado de colonos.

Pero fuera de esa notación histórica lo que aquí nos interesa es otra cosa, los siguientes principios establecidos y que arraigarán en la esencia de la sociedad norteamericana, que evolucionarán con ella pero que...siempre estarán presentes: libertad de culto y adoración a Dios ¿cual Dios? Pues...cualquiera. Se considera a la religión benéfica por sí misma.

¿Por qué es aceptado Lavey? Pues porque a pesar de sus aparentes extravagancias y desafíos...no cuestiona nada básico, por el contrario, cumple punto por punto todas las convenciones que exige la sociedad estadounidense. Por ser convencional...hasta escribe una Biblia, crea una Iglesia, se viste de clérigo y... se nombra Sumo Sacerdote de su "nueva" religión. Así que tal credo se apunta en el catálogo y... ya está. No cuestiona nada, absolutamente nada, del sistema social que le rodea, en el que se inscribe y al que se ajusta perfectamente -incluido el muy estadounidense y puritano culto a los negocios, véase al respecto la obra de Max Weber "La ética protestante y el espíritu del capitalismo"-.

Lavey y Nietzsche

Hemos dejado a Lavey de portavoz de Satán en la parte primera del "Libro de Satán (Fuego)" de su Biblia -la que según otra leyenda escribió en el Hotel California de Todos los Santos, realmente por leyendas en ese establecimiento que no queden-. Bien, volvamos a otro viejo conocido -como Milton, muchísimo más serio que Lavey, también...muchísimo menos convencional-, se trata de Friedich Nietzsche, ya que aún seguimos al comienzo con Lavey y sus desafios, veamos el comienzo de uno de los desafios de Nietzsche: su prólogo de "El Anticristo", prólogo que titula "Inversión de todos los valores":

Este libro está hecho para muy pocos lectores. Puede que no viva aún ninguno de ellos. Esos podrán ser los que comprendan mi Zaratustra; ¿acaso tengo yo derecho a confundirme con aquellos a quienes hoy se presta atención? Lo que a mí me pertenece es el pasado mañana. Algunos hombres nacen póstumos.

Las condiciones requeridas para comprender y para comprenderme luego con necesidad, las conozco demasiado bien. Hay que ser probo hasta la dureza en las cosas del espíritu para poder soportar sólo mi seriedad y mi pasión. Hay que estar acostumbrado a vivir en las montañas, y ver a nuestros pies la miserable locuacidad política y el egoísmo de los pueblos que la época desarrolla. Hay que hacerse indiferente; no debe preguntarse si la verdad favorece o perjudica al hombre... Hay que tener una fuerza de predilección para las cuestiones que ahora espantan a todos; poseer el valor de las cosas prohibidas, es preciso estar predestinado al laberinto. De esas soledades hay que hacer una experiencia. Tener nuevos oídos para una nueva música: nuevos ojos para las cosas más lejanas; nueva conciencia para verdades hasta ahora mudas, y la voluntad de la economía en grande estilo; conservar las propias fuerzas y el propio entusiasmo... hay que respetarse a si mismo, amarse a sí mismo; absoluta libertad para consigo mismo...

Ahora bien; sólo los forjados así son mis lectores, mis lectores predestinados; ¿qué me importan los demás? Los demás son simplemente la humanidad. Se debe ser superior a la humanidad por la fuerza, por el temple, por el desprecio...

Friedich Nietzsche

Bien, eso diríamos que también ayuda a entender la "originalidad" de Lavey, quede claro que Nietzsche no es satanista, de hecho en la obra citada no le presta la menor atención -o escasísima, pero de memoria diría que ninguna- a la figura de Satán. A Nietzsche le importa un bledo Satán, Nietzsche se declara pura y simplemente anticristiano, pero, a diferencia de Lavey, no lo hace para oponerse -y, por tanto, reconocer- al Dios de los cristianos, lo hace porque niega los valores del cristianismo y los considera corruptores del espíritu humano. Ese es Nietzsche.

Lavey es otra cosa...un pianista de cabaret, eso sí: con visión de negocio.

Ya seguiremos.


Jorge Romero Gil


Bibliografía

Lavey, Anton Szandor: La Biblia satánica, Editorial Martínez Roca, 2008.

Milton, J.: El Paraíso Perdido, colección "Letras Universales", Editorial Cátedra.

Nietzsche, Friedich: El Anticristo, Edimat Libros, Madrid

Urbano Calle, Emilio: Adoradores del diablo: De la Biblia a las sectas satánicas, Editorial Oberon, 2003.




No hay comentarios:

Publicar un comentario