jueves, 22 de diciembre de 2011

Thelema. Algunas variantes




Nietzsche no necesita el cristianismo, lo que quiere es que éste desaparezca y olvidarse de él. Lavey, sin embargo, lo necesita, básicamente al Dios cristiano -tal vez con otro deidad enfrente funcionase, pero precisa un Dios al que enfrentar a su Señor-, porque Lavey basa su culto en una dualidad, en unos opuestos.

La postura de Nietzsche no precisa nada del cristianismo, solo desea su eliminación, una vez desaparecido las bases de su filosofía incluido el elitismo siguen no solo intactas sino que saldrían reforzadas en ciertos aspectos. Sin embargo, Lavey, resulta que...se quedaría sin base alguna en la que sostener la postura de su Señor, sin enemigo ¿como va a haber guerra? ¿como sostener una perpetua dualidad sobre uno? Es imposible.

Thelema

Quería comentar un poco el lema de "haz lo que quieras" -utilizado por Rabelais, Crowley y Lavey entre otros-, y sobre el que he estado dándole algunas vueltas. Eso tiene relación con el término "thelema" que significa, en griego, "voluntad", cabe traducirlo, también, por "hacer tu voluntad" y, por eso, la derviación a "haz lo que quieras" o "hacer lo que se quiera".

Pero, a partir de eso, y entre otras muchas, se pueden mencionar las tres derivaciones –por orden cronológico- de Rabelais, Crowley y la de Lavey,

Rabelais

El "thelema" de Rabelais se expone a partir del capítulo LII de Gargantúa, ese "thelema", es un canto a la libertad individual y...colectiva, libertad dentro de una sociedad -por eso imagina una abadia de thelema y unos thelemitas, una y otros muy peculiares para su época, los siglos XV y XVI EC-. Aquí reproduzco un fragmento de esa obra:

“Tenían empleada su vida, no según leyes, estatutos ni reglas, sino según su franco arbitrio.

Se levantaban de la cama cuando buenamente les parecía; bebían, comían, trabajaban, dormían cuando les venía en gana; nada les desvelaba y nadie les obligaba a comer, beber ni hacer cosa alguna; de esta manera lo había dispuesto Gargantúa. En su regla no había más que esta cláusula: «Haz lo que quieras».

Porque las gentes bien nacidas, libres, instruidas y rodeadas de buenas compañías, tienen siempre un instinto y aguijón que les impulsa a seguir la virtud y apartarse del vicio; a este acicate le llaman honor. Cuando por vil sujeción y clausura se ven constreñidos y obligados, pierden la noble afición que francamente los inducía a la virtud y dirigen todos sus esfuerzos a infringir y quebrantar esta necia servidumbre, porque todos los días nos encaminamos a lo prohibido, y constantemente ambicionamos lo que se nos niega.

Por efecto de esta libertad, llegaron a la plausible emulación de hacer todos lo que a uno le fuera grato; si alguno o alguna decía bebamos, todos bebían; si decían juguemos, todos jugaban; si decían vamos a pasear por el campo, todos paseaban. Si decían vamos a cazar, las damas, montadas en sus bellas hacaneas, con su palafrén y su guía, llevaban cada una en su mano enguantada delicadamente un esmerillón o un alcotancillo; los demás pájaros los llevaban los hombres.

Tan noblemente estaban educados, que entre ellos no había uno solo que no supiera leer, escribir, cantar, tocar instrumentos de música, hablar cinco o seis idiomas y componer en prosa o verso. Jamás se han visto caballeros tan discretos, tan galantes, tan ágiles a pie y a caballo, tan fuertes para remar y para manejar todas las armas, como los que allí había.

Cuando para alguno, por llamamiento de sus deudos o cualquiera otra causa, llegaba la hora de salir fuera, llevaba consigo una de las damas que de antemano le había escogido por suyo, y por consecuencia, estaban ya juntos y casados; si en Theleme habían vivido en inclinación y amistad mutua, las continuaban con aumento en el matrimonio, tanto que llegaban hasta el fin de sus vidas habiéndola pasado toda como el primer día de novios.

(François Rabelais, “Gargantúa”, Capítulo LVII)

Otras visiones de “haz lo que quieras”

El Thelema descrito anteriormetne, el “haz lo que quieras” de Rabelais, es muy diferente ese concepto de 
"thelema" del de Crowley y del de Lavey.

Aleister Crowley genera una religión -diría que por mera estética- y su "thelema" es un "haz lo que quieras" del todo individualista, elitista y aristocrático.

Siguiendo su estela nos encontramos con otro personaje notable, que no es Lavey, sino Austin Osman Spare, que profundiza -aparcando el estilismo egipcio de Crowley- en la idea elitista y aristocrática pero… desde una vía caótica, digamos que si Crowley –aunque sea por cuestión de estilo- “adorna” sus propuestas y las viste a partir de Aiwass, Spare deja claro en su “El libro del Placer” que no hay nada preestablecido que seguir, que todo fluye, que el fluir es caótico y que toda construcción es una artificio, a partir de eso propone sus sigilos: del reconocimiento de la pura creatividad humana –con independencia de que ésta pueda pulsar determinadas cosas y causar determinados efectos, pero en última instancia, el elemento causal, en Spare, es humano-. Austin Osman Spare es el creado de la Zos Kia, que es la base de la llamada “magia del Caos” –que prescinde de religión alguna, ni siquiera por necesidades estéticas o elitistas genera nada en ese campo, cosa que sí intentó hacer Crowley.-

Anton Szandor Lavey también genera una religión, pero no a partir del "haz lo que quieras" sino integrando a éste en ella. Su "thelema", ya no es siquiera individualista sino del todo egótico. Pero en el sentido más absurdamente “malo” del término –es que Lavey no sabe siquiera ser malvado, no es más que un vendedor, eso sí: muchos compraron su producto-.

Lavey da carta de naturaleza al Dios del que dice abominar, en el fondo, además, sin enterarse, es cristiano, su Satanás es cristiano, igual que su oponente

"Thelema", pues,  puede entenderse de diversas maneras, no es la misma la de Rabelais, que la de Crowley o la versión de vodevil de Lavey.

El indirecto “thelema” de Nietzsche

Pero nos queda una versión del “haz lo que quieras” esbozada pero no mencionada explícitamente, porque en la obra a la que nos hemos referido aquí –y por ahora- de este autor, El Anticristo, no formula textualmente la idea pero la presenta implícitamente, veamos un fragmento que deja poco espacio a la duda:

"¿Se comprende fácilmente, se quiere comprender qué fue el Renacimiento? Fue la transmutación de los valores cristianos, fue una tentativa, hecha por todos los medios, con todos los instintos, con todo el genio, para conducir a la victoria los valores contrarios, los valores nobles... Hasta ahora no ha habido mas que esta gran guerra, hasta ahora no ha habido posición de problemas más decisiva que la obrada por el Renacimiento, mi problema es su problema...: ni tampoco ha habido una forma de asalto más sistemática, más derecha, más severamente desencadenada sobre todo el frente así como contra el centro. Atacar en el punto decisivo, en la sede del cristianismo, poner allí en el trono los valores nobles, o sea introducirlos en los instintos, en las más profundas necesidades y deseos de los que tenían allí su sede... Yo veo ante mí una posibilidad de fascinación y de encanto de aquellos, completamente subterránea: me parece que esta posibilidad resplandece en todos los estremecimientos con una belleza refinada, que en ella obra un arte, tan divino, tan diabólicamente divino, que en vano se encontraría a través de milenios una segunda posibilidad semejante: veo un espectáculo tan rico de sentido, y, al mismo tiempo, tan maravillosamente paradójico, que todas las divinidades del Olimpo habrían prorrumpido en una carcajada inmortal: “¡César Borja papa!” ¿Se me entiende? Pues bien: ésta habría sido la victoria que hoy yo solo deseo...; ¡con ésta, el cristianismo quedaba abolido!..."

(Friedich Nietzsche, "El Anticristo", página 89)

La anterior es una visión aún más aristocrática que la de Crowley del “haz lo quieras”, lo es más porqué la de Crowley es, ante todo, particularista, y la de Nietzsche, pese a proclamar su soledad, es generalista, podríamos llamarla sociológicamente aristocrática, lo cual, de paso… genera una paradoja en Nietzsche que Crowley resuelve… no planteándola.

¿Y Lavey? Pues Lavey toca el piano, pura y simplemente eso.


Jorge Romero Gil


Bibliografía

Lavey, Anton Szandor: La Biblia satánica, Editorial Martínez Roca, 2008

Nietzsche, Friedich: El Anticristo, Edimat Libros, Madrid

Rabelais, François: Gargantúa

Spare, Austin Osman: El libro del placer

Urbano Calle, Emilio: Adoradores del diablo: De la Biblia a las sectas satánicas, Editorial Oberon, 2003.




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