domingo, 15 de enero de 2012

Las profecías y multiprofecías: paralelismos y autocumplimientos




En las profecías encontramos ciertos aspectos comunes a la “lectura en frío” y técnicas “ad hoc” respecto a la videncia. Así la profecía se mantendrá en la ambigüedad y hasta en la oscuridad en sus aspectos futuribles, dará datos concretos y exactos en relación al pasado -de quién realiza la profecía, tampoco es muy difícil puesto que ya los conocerá- y datos conocidos en relación al presente -respecto al momento que se realiza la profecía-.

Los datos de “presente” en realidad son los más “peligrosos” puesto que...s u futuro inmediato es variable. Lo cual vuelve a abundar en la necesidad de ambigüedad y “oscurecer” algo esos datos, digamos que ofreciéndolos de manera que sean reconocibles pero “camuflándolos” lo suficientemente para que en caso de evolución de los acontecimientos inmediatos desfavorable a la finalidad de lo profetizado esto quede disimulado.
 
Retroprofecías

Pese a que pueda parecer lo contrario la utilización de datos pasados -que en sí mismos conforman una “retroprofecía”- ya conocidos puede conllevar sus riesgos para el “profeta”, así imaginemos que uno ya conoce el dato de determinada catástrofe, lo ofrece como “hito de confirmación” respecto a la facilitación de cierto “autocumplimiento profético” y eso lo vincula a una profecía de futuro... pasa el tiempo y ésta no se cumple, en ese caso el “dato pasado” que era “prueba de autocumplimiento” se va convirtiendo en “prueba de cargo” de... no cumplimiento.
 
Imaginemos así, por ejemplo, el vincular la destrucción -ya conocida en el momento de la realización de la profecía- de determinado templo con el “fin de los tiempos” -el fin del mundo-, sucede que... pasan los lustros, los decenios, los siglos, los milenios y... la Tierra sigue girando. Bien, en ese caso, el “hito de confirmación” -tramposo en sí mismo, evidentemente- se convierte en “prueba de cargo” en contra del cumplimiento del vaticinio en cuestión. Así que... los datos en pasado pese a lo que pueda parecer a primera vista pueden resultar hasta peligrosos para la “fiabilidad” de la profecía, hay que tener cuidado como se manejan.
 
No obstante, son “peligrosos” para la “estabilidad profética” de cara al futuro, en el presente de quién realiza la profecía no lo son tanto, a fin de cuentas en ese presente... aún no existe ningún futuro que pueda confirmar o desmentir nada.
 
Profecías a futuro

Los “datos de futuro” estricto son los más tranquilos para el “profeta”, especialmente si elude vincularlos abiertamente a elementos de pasado en cuanto “hito de confirmación” y de “autocumplimiento” profético.
En ese sentido, aquí el recurso ha de ser el oscurantismo, la ambigüedad, el símbolo y la pretendida clave, pero, sobre todo, lo que ayuda a la “profecía” y al “profeta” son los dos primeros.
 
De esa manera, cualquier interpretación “a futuro” será factible, incluida la de difuminar plazos si se han dado, por ejemplo, a partir de subdivisiones y de decir que tal o cual subdivisión del “plazo temporal” dado aún no se ha producido porque no se ha especificado cuando se producirá. Y aunque esto no sea necesariamente exacto respecto al momento que se realizó la profecía, sus exégetas y partidarios posteriores siempre podrán recurrir a tal expediente para... remitir a un futuro el cumplimiento de tal plazo, con eso entramos en el “maravilloso reino de la multiprofecía”, que lo es, sobre todo, de los exégetas favorables posteriores más que del propio “profeta”.
 
La “multiprofecía”

En sentido estricto el recurso a la “multiprofecía” es algo que utilizan los interpretes favorables a la veracidad de tal o cual profecía o vaticinio a posteriori de efectuada la profecía.
 
Ningún “profeta” utiliza la “multiprofecía” en su presente, eso lo harán quienes quieran utilizar esa profecía en tiempo futuro -es decir, posterior a efectuada la misma- para sus propios fines -coincidan o no con los del “profeta” cuando ejecutó la predicción-.

Es, por tanto, un recurso de interpretación más que de ejecución de la profecía -lo llevarán adelante más los exégetas de la profecía que el “profeta” que la realizó en su día-.

La “multiprofecía” es, por su propia naturaleza, un “recurso-trampa”, digamos que juega con “cartas marcadas” en el sentido de favorecer, nuevamente, un resultado “ad hoc”. En este caso favorable a la interpretación que “a posteriori” desea darse al vaticinio efectuado, algo de ese mecanismo se ha mostrado cuando se ha hablado de la “difuminación temporal” para desvincular determinadas “profecías” de recursos de “autocumplimiento” una vez que estos pasan a clamar... respecto al “no cumplimiento”.
 
No tan sólo se recurre a este método para justificar “fallos de temporización” -los plazos no cumplidos ya mencionados, por ejemplo-, sino para desligar lo profetizado de acontecimientos que o bien ya han acaecido -nuevamente aparece aquí el “recurso de autocumplimiento”- o bien no tienen relación -más bien juegan en contra- con lo que el interprete de la profecía tiene por finalidad a la hora de utilizar la profecía.

En realidad la “multiprofecía” completa o cierra un círculo, mediante el cual quién o quienes la plantean dan confirmación “ad hoc” a su interpretación recurriendo a una falacia retórica -una variante de la falacia “ad ignorantiam”-: dado que algo no se puede demostrar que no ha sucedido eso “demuestra” que sucederá, eso incluso... aún demostrando que no ha sucedido lo que pretendidamente había de suceder o que ha sucedido otra cosa: la multiprofecía -al ser “múltiple”- remitirá siempre a un futurible indeterminado y... a acontecimientos indeterminados o distintos a los determinados en origen. Con lo cual -y por medio de un mecanismo de falta de garantías- se “garantizará” siempre el cumplimiento de lo profetizado.

Al igual que en el caso de los videntes “cara a cara” aquí es importante la necesidad, la necesidad del público al que va dirigida la profecía jugará a favor del profeta que la efectuó o de sus interpretes posteriores, y si a la necesidad se une la credulidad pues... miel sobre hojuelas.
 
Ejemplos de mecanismos de confirmación
 
Tenemos ejemplos de mecanismos de retroprofecía y multiprofecía en numerosas interpretaciones de textos bíblicos o tanájicos.
 
Así sucede reiteradamente en los evangelios canónicos y el asunto de la supuesta “predicción” de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén y el fin del mundo, lo primero es un “hito de confirmación pasado”, aunque también pudiera ser un recurso literario bastante usual en la apocalíptica hebrea tras la destrucción del Primer Templo, lo segundo resulta evidente que no ha sucedido y… que no sucedió cuando esos textos presuntamente anunciaban.
 
Pero buena parte de la “interpretatio christiana” quiere ver en lo primero un “hito de confirmación” real –cuando o es un mecanismo de “retroprofecía” o una metáfora literaria-, a su vez, en lo segundo recurren a la “multiprofecía” y tratan de desvincularlo de lo primero, afirmando que se trata de dos vaticinios diferentes respecto a tiempos diferentes, cuando nada hay en el propio texto que así lo indique.
 
Lo mismo hace esa “interpretatio christiana” cuando quiere reutilizar textos tanájicos convirtiéndolos en veterotestamentarios y explicándolos en función de una doctrina que les es ajena. Sucede en el famoso pasaje de Ieshaiau /Isaías 7:14, dónde hacen varias cosas, la primera alterar el texto y la segunda –dada la explicación contraria que ofrece el propio texto- remitirse a un mecanismo de “multiprofecía” a cumplirse en tiempo futuro.
 
El Libro de Daniyyel /Daniel es también otra obra objeto y sujeto de esos mecanismos, ya en la autoría original –que no es de tiempos babilónicos sino de los macabeos- se utiliza un mecanismo de retroprofecía como “hito de confirmación” y una profecía a futuro más ambigua, la conciencia de eso existía cuando se compiló el canon del Tanaj, por eso el Libro de Daniyyel /Daniel estuvo cerca de no ser incluido en el mismo y, finalmente, se introdujo solo entre los Ketuvim (“Escritos”) y no entre los Nevi’im (“Profetas”). Bien, en la interpretación cristiana a eso se une un cambio del supuesto profético y una acción de multiprofecía, que se complementa con ciertos retoques del texto –al estilo de los realizados con Ieshaiau /Isaías- para presentar nuevos “hitos de confirmación” y que cuadren cierta temporización precisa para la “interpretatio christiana”.
 
Dentro de los escritos neotestamentarios la profecía por excelencia es el Apocalipsis de Juan, nuevamente nos encontramos aquí con alusiones al fin de los tiempos y el fin del mundo. Aquí se trata de una profecía a futuro cubierta por la ambigüedad total y el uso abundante de un lenguaje simbólico del cual a veces se ofrece algunas claves y en otras no –o no ser ven a simple vistas-, entre esas claves el uso de la metáfora no es desconocido, así las referencias a “Babilonia” tiene todos los números –o muchos- de serlo a Roma, eso funcionaría como una referencia concreta en el tiempo presente del escrito pero en relación a la profecía a futuro. 

Por lo demás el propio texto fue retocado para buscar, en su momento, una retroprofecía, así, en origen, el famoso “número del nombre de la Bestia” no era el 666 sino el 616, existiendo evidencia documental directa de esto - Oxyrhynchus Papyri LVI 4499-, así como evidencia indirecta en la patrística cuando algún autor –Ireneo de Lyon- afirma que en principio se dijo el 616 pero que esto obedecía a un error. Todo apunta a que la modificación se produjo para intentar “identificar” a la “Bestia” con el emperador Nerón o, tal vez, con Domiciano, dado que la suma resultante del nombre completo de ambos –recordemos que tanto la numeración como la judía utilizaban las letras como signos numéricos- es “666”.

 
Jorge Romero Gil

 
Bibliografía
 
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